El Condor de Los Andes
- Daniel Laverde Leon
- 3 may 2024
- 4 Min. de lectura
En las páginas de la historia colombiana, donde la realidad se entrelaza con el aliento del realismo mágico, nos encontramos con relatos que desafían la cotidianidad. Uno de estos nos lleva a surcar las alturas del altiplano Boyacense, donde El Océano Pacífico reposa en la cima de los Andes Colombianos. Así describió Monsieur Lenoir al Lago de Tota durante su visita en 1868, dejando tras de sí uno de los testimonios más descriptivos y encantadores sobre la navegación, la arquitectura naval de la época, y la cultura lacustre.

La ilustración fue creada a partir de la edición de una de las fotografías que forman parte de la colección fotográfica de Gumersindo Cuéllar Jiménez (1891-1958).
Era una mañana temprana, alrededor de las siete, cuando Monsieur Lenoir, acompañado de Arturo, Roberto, Manuel, Luis, y la familia de Mr. Stuart, aguardaban en la orilla de la laguna de Tota. Cerca del antiguo puerto de La Reunión, entre la playa de Bocachuelo y la Península de Susaca, esperaban no una embarcación cualquiera, sino una que anunciaba su llegada con gritos de anclaje y campanas que resonaban, anunciando su pronta llegada para recoger a los pasajeros que aguardaban.
Y como si fuera escrita con la pluma del realismo mágico, Monsieur Lenoir nos narra:
"Más allá de donde las aguas cristalinas ocultaban la arena, emergía un buque de casco alto y pintado, con arboladura elevada y velamen airoso. Aunque en ese momento las velas estaban recogidas, dejaban ver el cordaje y los mástiles. Un gallardete tricolor ondeaba al viento del noreste en la punta del mástil. El buque, mostrando su popa a la costa, llevaba inscrito en caracteres negros sobre el blanco espejo de popa el nombre: “El Cóndor de los Andes”.
¡Increíble! Una balandra surcaba las aguas del lago de Tota. Aunque parecía improbable, no dejaba de sorprender, especialmente a un arqueólogo que jamás imaginó encontrar una embarcación de tal envergadura tan lejos del mar, y menos aún en un lago en el corazón de Colombia.
Las cartas de Monsieur Lenoir, más allá de relatar sus experiencias de viaje y su notable interés por la señorita Betty, hija de Mr. Stuart, constituyen un testimonio histórico de suma importancia sobre la embarcación y las estrategias de navegación en el lago. Este pintoresco viajero francés describe “El Cóndor de los Andes”, como una balandra adecuada para la navegación lacustre, con una capacidad de unas 20 toneladas y dimensiones de 24 varas de popa a proa (aproximadamente 20 metros) y 6 varas de babor a estribor (aproximadamente 5 metros). Una embarcación de tamaño considerable, capaz de albergar unos ochenta pasajeros, además de la tripulación compuesta por el capitán, un contador que también ejercía de segundo, un médico, seis marineros, dos grumetes, dos sirvientes de cámara y cubierta, y un cocinero. A excepción del médico, toda la tripulación era extranjera, aparentemente de nacionalidad inglesa, al igual que Mr. Stuart.
A “El Cóndor” se sumaban dos botes, “El Boyacense” y “El Tiburón”, cada uno con una capacidad de aproximadamente 25 pasajeros y dimensiones de 6 varas de largo por 2 de ancho. Estos botes eran utilizados para llegar hasta la orilla de las playas de los puertos, mientras “El Cóndor” fondeaba en la zona más cercana a la playa, esperando recoger a los pasajeros y las mercancías que se transportaban a lo largo del lago.
Monsieur Lenoir nos relata que la navegación del Cóndor es suave y tranquila. Al principio, la embarcación se impulsa con remos, pues las corrientes y los vientos aún no son lo suficientemente fuertes. Sin embargo, poco después, al captar la corriente y sentir el aliento del viento, el Cóndor despliega sus velas y, como si cobrara vida propia, toma velocidad y se desliza con gracia sobre las aguas del lago.
Recuerdo la primera vez que leí estas líneas; me pareció estar sumergido en un cuento de fantasía de mitad del siglo XIX, como si fuera relato de García Márquez o de Andrés Caicedo y su gótico tropical. Pensé que era solo la fantasía de un viajero francés, cautivado por los paisajes del Lago de Tota. Pero no, la realidad confirmó la narrativa cuando, en una de las cartas de Joaquín Díaz Escobar —dueño de la embarcación y de algunas propiedades en las islas, y de las mismas islas— y Temístocles Tejada, dirigida al gobierno nacional, se menciona que el Cóndor formaba parte de una escuela naval que el mismo Joaquín dirigía. A esto se sumaban otras pequeñas embarcaciones e infraestructuras lacustres.
Este relato es sorprendente, pues se convierte en un referente histórico de posibles evidencias arqueológicas vinculadas al paisaje lacustre del Lago de Tota y a las comunidades que formaron y hoy forman parte de este espacio acuático. Surgen entonces múltiples interrogantes: ¿Dónde se construyó el Cóndor de los Andes? ¿Fue ensamblado por partes o construido directamente en el lago? ¿Existió un astillero para su construcción y la de otras embarcaciones? ¿Qué evidencias quedan de aquellos eventos? Y, aún más importante, ¿Qué fue de la embarcación? ¿Existe un naufragio del Cóndor? ¿Fue embargada por el gobierno, vendida, o yace aún en las aguas esperando ser hallada? Estas preguntas dan vueltas en mi cabeza, y como diría el Chapulín Colorado: “Que no panda el cúnico”, porque tal vez, en un futuro no muy lejano, podremos responderlas. Esto me emociona no solo como arqueólogo, sino también como oriundo de Aquitania. La emoción es abrumadora, especialmente sabiendo que podré ser yo quien responda estas preguntas como arqueólogo.
P.D.: En próximos posts, hablaremos más del viaje de Monsieur Lenoir, la familia de Mr. Stuart y Betty. Analizaremos con mayor detalle su travesía a bordo del Cóndor de los Andes en el Lago de Tota, los lugares que visitaron, las estructuras asociadas a este entorno lacustre y las posibles evidencias arqueológicas terrestres y acuáticas que estos relatos nos pueden revelar.
Referencias:
Diaz Escobar, Joaquín., (1877). Contra la Oscuridad, la Luz. Colección de la biblioteca de la Academia de Historia de Colombia.
Lenoir, M. (1868). El Lago de Tota Navegado: El Océano Pacifico en la cima de los Andes Colombianos. Colección Biblioteca Nacional.
Autor: TheArchaeologizt
Comments