El oso de anteojos y la anaconda (el páramo y la selva)
- Hephzibah Llewellyn Jones
- 16 may 2024
- 4 Min. de lectura

El oso de anteojos era una montaña de oso, cuan grande una colina de cuerpo y pelo. Oso misterioso y lleno de curiosidad y magia era un ser humilde y dócil como representante del páramo.
La anaconda con su forma de serpiente era como un rio interminable y así representaba el flujo de agua ondulante por los lares que frecuentaba siendo selva o páramo.
Las manchas en la cara del oso casi reflejaban el flujo del rio que era la anaconda así reforzando la imagen de monte y rio; la unión de dos grandes misterios del páramo.
La anaconda, por supuesto ignoraba todo y todos menos el tratar de evitar quedarse enredada entre los ramos de los manglares que parecían los brazos y piernas infinitos de algún animal prehistórico. Su panza emitía sonidos y gruñidos que la anaconda temía alertara algún residente escondido entre los ramos y árboles por donde el trataba de enfilarse.
Y así fue; el oso de anteojos sintió un ruido curioso que además hacía temblar los raíces de su árbol y castillo. Siendo un oso de anteojos muy sabio no se espantó, pero mirando abajo percató la forma de la anaconda hambriento.
-Hermano anaconda, llamó en una voz baja pero sonora, - no hagas tanto ruido que los caimanes se despierten, y yo no pienso ponerme a discutir con ellos, que estoy leyendo las noticias que me colega el guacamayo me acaban de entregar a las nueve y diecinueve minutos precisamente. ¿Le puedo ayudar en algo? Me imagino que tendrá un hambre tremenda por meterse por estos lados.
¡Párese allí y yo bajo! Si me das transporte te llevo a un sitio mágico donde podemos los dos desayunar sin interferencia caimanica.
La anaconda se quedó abruptamente sin mover más. Tanto fue la sorpresa que llevó que se puso como un cuadro con su falta de movimiento. El oso de anteojos bajo de su árbol en un tris y susurrando suavemente a la anaconda mientras caminaba lo enorme largo de longitud de su cuerpo eventualmente llegó a su cabeza y poniéndose atrevidamente frente a frente con la anaconda le dijo con calma majestuosa:
-Hermano habitante de estas orillas, ríos y plantas, su merced está poniendo en gran peligro a los vecinos de este sitio encantado. Yo admiro todos mis cohabitantes, pero reconozco que los señores caimanes son de un carácter insoportable cuando se ponen a quejar.
- Le propongo a su merced que me lleve al estanco encantado y le presento a mis compañeros y amigos y nos tendremos una merienda maravillosa.
Después de la entrega del diario de noticias, el señor guacamayo se había quedado cerca para observar el encuentro entre el páramo y la selva y se prepuso al oso de anteojos y a la anaconda que sirviera de guía debido a la ventaja que tenia de la altura a que volaba, entrelazándose por los ramos de los árboles con un ojo mirando siempre hacia abajo a búsqueda de los feroces caimanes con sus dientes numerosos y con una izquierda acá y una derecha allá llegaron al lago encantado. Allí se había reunido todo tipo de habitante forestal. Guacamayos hablaba los unos a los otros, osos perezosos dormían en sus árboles, jaguares bostezaban con pereza matutina, tortugas por todas partes parecían islas de piedra para poner los pies para atravesar el terreno. Mariposas monarcas de todos los colores y más del arco iris volaban sus vuelos interrumpidos por las flores de cada y toda especie. Pero solo había una anaconda y un oso de anteojos.
El oso de anteojos tenía como casa el estanque encantado y estaba cansado de su vaivén en el scooter y la manutención de este vehículo que cada dos por tres se quejaba de rueda con agujero y así se le ocurrió la idea genial de proponer su proposición a la anaconda que se había presentado en el momento tan oportuno del desayuno que requería traslado.
de La anaconda que no conocía ni siquiera el extremo de su extremadamente largo cuerpo. Era de temperamento más bien dócil al menos que no le propusiera un caimán como aperitivo y cuando el oso de anteojos le hablo le pareció lo mas de normal. Fue ser de poca palabra y le bastaba un movimiento casi imperceptible de cabeza para que el oso de anteojos entendiera que la anaconda estaba de acuerdo. El oso de anteojos subió un árbol a un ramo cerca y se bajó suavemente al lomo de la anaconda.
¿Y quieres saber lo mejor del todo? No solo volvió la anaconda al oso de anteojos a su árbol y castillo, pero concretaron una amistad cuan grande que allí en el lago encantado quedaba la anaconda como residente honorario de y todos los días va a coger el oso de los anteojos a llevarse a lago encantado y el guacamayo les sirve de guía una vez que acaba de entregar las noticias al oso de anteojos a las nueve y diecinueve minutos precisamente.
Por: Hephzibah Llewellyn Jones
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